FEBRUARY 19th, 2023
Línea ADCP
La Línea de Investigación ADCP es una entidad académica que actúa en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, en la licenciatura y el posgrado.
Sus trabajos giran entorno a la AP (Arquitectura Participativa) y la PSH-a (Producción Social del Hábitat-asisitida).
Colabora en diferentes contextos poblacionales (urbanos y rurales). Se enfoca en generar contenidos teóricos, actividades docentes pero también estrategias de intervención con comunidades populares, en escalas variables, con énfasis en la restauración ecológica y la participación.
¿QUÉ TAN PROFUNDA ES LA CRISIS? ¿DE LA ARQUITECTURA, DEL HABITAR?
JAVIER HERNÁNDEZ ALPÍZAR
“El haber centrado la formación de los profesionales de la arquitectura casi por completo en el campo del diseño ha dejado al gremio arquitectónico prácticamente sin campo de trabajo. Pero también sin relevancia político-social y económico-laboral. Cada vez más, se está convirtiendo en un grupo humano, una disciplina, una práctica docente y profesional, en un gremio irrelevante y en probable vía de extinción.” José Utgar Salceda.
“¡Sí que es sorprendente la infinitud contenida en la noción de habitar!” María Noel Laopujade.[1]
Habitar es nuestra manera de ser en el mundo. Pero esa manera de ser no es una sola, hay variantes; hay varias formas de ser en el mundo, diversas formas de habitar.
La forma de habitar hoy dominante, hegemónica, es la capitalista- industrial que nació en Europa occidental y que en la modernidad se esparció por todo el globo. Esa forma está ligada a la metafísica, esto es, a concebir a los entes (lo que es) desde la presencia, desde la mirada teorética y desde el imperio de la técnica (Heidegger).[2] Se decantó así en un recorrido del pensar, y de la forma de relacionarnos con las cosas y con los otros, desde la filosofía clásica griega hasta las filosofías y las ciencias modernas y su positivización.
Nuestras otras formas de relación con los entes e incluso entre nosotros como ser ahí, como existencia, como seres humanos, fueron pensadas y por consiguiente, operadas desde esa mirada objetivante, concibiendo de forma muy limitada las relaciones entre seres humanos, relaciones que podrían ser ético-políticas (desde la libertad), y oscureciendo la producción (poiesis) como un dejar ser, un libremente dejar no solamente aparecer sino ser, acontecer, a los entes, para, por el contrario, concebirlos de modo reduccionista como productos-objetos de la técnica.
La arquitectura está inscrita en este paradigma del imperio de la técnica, que podemos calificar de positivista: para la arquitectura dominante en la academia, las universidades y las prácticas profesionales, el objeto arquitectónico es ante todo un ente ante la mirada, una presencia, un objeto estético (casi estático) y técnico, primordialmente.
Las demás maneras de aparecer de esos objetos arquitectónicos se subordinan a su imagen. Son solamente complementos: se admira la arquitectura por su simetría o asimetría, por su belleza, minimalismo, pureza de elementos, magnificencia o espectacularidad, como un objeto bajo la luz, por transparentar los materiales de su construcción, y se admira, además, que “funcione”.
Cuando se pondera que una arquitectura pueda ser bien evaluada por alguien que la camina y recorre, siempre este criterio está subordinado a que el objeto no deja de ser una presencia maravillosa en todo este trayecto, estos es, ante todo una imagen.
Lo mismo pasa con la ciudad. La funcionalidad de la ciudad es central, pero siempre hay una imagen urbana, una paradigmática, la dominante, como criterio central. Esta imagen pretende tener validez estética y funcional, trayendo como resultado la homogenización. Los objetos-productos se juzgan con reglas universales para los objetos, sin atender al habitar.
Las arquitecturas participativas, concepto que engloba de manera amplia la producción social del hábitat, las propuestas de diseño participativo y las arquitecturas que ponen el acento en la participación de todos los actores en un habitar y, por ende, en el proceso de producción de hábitat, vivienda, barrio, ciudad y territorio, plantean otros elementos que no son la mera presencia, la imagen, la estética.[3] Esto, sin dejar de representar gustos, percepciones, estéticas muy otras que las de los arquitectos.
Por su concepción desde la producción, la arquitectura participativa puede ser pensada y producida desde los conceptos de la praxis y la poiesis: la participación en sí misma es un concepto surgido desde la praxis, del diálogo y la coproducción entre habitantes y coproductores de una arquitectura que no subordina los demás criterios a la imagen. Pretende producir, y que habitemos en, lugares, cosas (en el sentido ontológico heideggeriano de “cosa”[4]), y no en espacios y objetos universales y abstractos.
Además, podemos pensar la producción social de vivienda y hábitat desde la vocación del ser humano por el cuidado. La sostenibilidad de nuestras formas de habitar depende de recuperar este sentido del cuidado.[5] Donde el cuidado no se refiere solo a lo individual, la propia existencia, sino a nuestro ser con otros, y nuestra relación con lo otro: la naturaleza, la physis, en lugares como México, entendibles como altépetl, territorialidad, Madre Tierra.[6]
Por su preocupación por la relación entre los habitantes y su entorno local, la arquitectura participativa es susceptible de estar abierta a la poiesis, no solamente como proceso de producción humana, social, sino también a lo que este proceso implica en su relación con la naturaleza como productora, y no como inerte reserva de materiales y energías.
Los eventos naturales, la manera de ser de la naturaleza, como la lluvia, el sol, el viento, las montañas, los demás cuerpos de agua, la nieve, los volcanes, los sismos, los ecosistemas, la tierra como terreno mismo, son productores del hábitat, no solamente elementos o materiales para construir y fabricar, sino eventos “vivos” a los cuales el hábitat humano debe corresponder con armonía y respeto. La propuesta del lenguaje de patrones de Christopher Alexander sería un muy buen ejemplo de esto: a los patrones de acontecimiento o evento, tanto los naturales como las actividades de la vida y habitar humano deben corresponder adecuados patrones de espacialidad que los alberguen y auspicien.[7]
Lo que en la arquitectura participativa hemos llamado “complejidad” puede también ser meditado como una manera fenomenológica de pensar la arquitectura no solamente desde la presencia y el saber teorético, centrado en la mirada y la imagen, sino desde la praxis, las relaciones que mantenemos los seres humanos por co-habitar en el mundo y co-producir y convivir en nuestro entorno construido, así como la poiesis, un proceso en el cual nos relacionamos no solamente entre nosotros como habitantes y productores, sino con la naturaleza como coproductora y como horizonte de comprensión e inscripción de nuestro hábitat construido y nuestra manera de producirlo y preservarlo.
Asimismo si el ser ahí comprende sus posibilidades de ser en el mundo, se interpreta como habitante, enfrenta no un único modo de comportarse sino diversas posibilidades, de las cuales, algunas le son más propias, es decir, él se las apropia, las asume resueltamente. Así se enfrentan las decisiones del habitar, como un apropiarse de posibilidades, no un camino único ya preestablecido.
Esto trataremos de hacer en adelante, pensar la arquitectura participativa desde la praxis y la poiesis, que han sido elaboradas desde Aristóteles hasta Heidegger. Y pensarla en el tiempo, la arquitectura no como un objeto fijo, imagen ideal, fuera del tiempo, idealizada, sino como evento histórico, acontecer que todo el tiempo, desde la producción del espacio como aldea, pueblo o ciudad, como lugar, hasta la historia de cómo es habitada cada casa, edificación o urbe, está siendo siempre en el tiempo. Siempre pensada para el futuro y siempre deudora del pasado (arraigo, tradición, historia, patrimonio, memoria).
En nuestro tiempo, hablamos de una crisis del habitar. Inicialmente la pensamos como ese reducir el habitar de la complejidad de la praxis (ética y política) y de la poiesis (humana y natural) a la presencia, a ser una presencia de la cual se privilegia su imagen y su idea como objeto. Pensemos simplemente lo absurdo de simplificar un ecosistema a la idea de un objeto. Así el entorno construido se simplifica en una maqueta escala uno a uno, sin vida, como describió Jane Jacobs.[8]
Esta arquitectura profesional (desde el predominio del Movimiento Moderno) ha influido y ha incluso colonizado a las arquitecturas de la producción social del hábitat, provocando rupturas con sus saberes y prácticas ancestrales que han generado un quiebre en el lenguaje de patrones, como lo llama Christopher Alexander, quiebre en el lenguaje de patrones que podemos hacer al menos fuertemente análogo al olvido del habitar y la penuria del habitar que dijo Heidegger[9], y tomando impulsos de él, Karel Kosík llamó pérdida de la arquitectónica, de los saberes de las culturas y pueblos que jerarquizan lo importante y lo accesorio.[10] Asimismo Jean Robert la ha llamado avasallamiento y negación de saberes de los habitantes, especialmente, subraya él, los de campesinos e indígenas.[11]
La ruptura o quiebre en los lenguajes de patrones locales es parte del olvido del habitar y de los saberes de cada lugar relacionados con él. La arquitectura moderna, al homogeneizar los patrones de un habitar europeo, occidental y nórdico, impuso no solamente imágenes sino materiales, tipos arquitectónicos y rompió en cada lugar con patrones de habitar y de eventos que los unían a sus praxis y poiesis locales.
En vez de La libertad de habitar, como lo expresaría Jean Robert, apoyándose en Heidegger e Iván Illich, se impuso una producción en masa que, en lugar de abatirla, multiplicó la penuria del habitar, no por la falta de objetos arquitectónicos sino por lo inapropiado de muchos de éstos al habitar de los seres humanos y sus comunidades en esos lugares y culturas.[12]
Esta crisis del habitar ha llegado a hacer devastadora la manera de explotar y sobredemandar a la naturaleza como reserva de energías y materiales, como Heidegger reflexionó al preguntar por la esencia de la técnica.[13]
Podemos preguntar por la esencia de la arquitectura, en esta moderna arquitectura dominante, que hasta ahora, en lugar de poder ser respondida desde el habitar, es respondida desde la técnica, como metafísica y no como arte de habitar.
La pregunta por la esencia de la arquitectura, pensada desde el habitar, tendrá sin duda muy otras respuestas, y éstas se construyen en el diálogo y la participación, en la praxis, el cuidado y la poiesis natural y humana, en suma en el habitar.
En este sentido podemos hacer nuestras las palabras de Saravia Madrigal:
“Habitar un mundo significa depender de otros en el acto mismo de habitar (y asumir esa dependencia personal). E intervenir en su transformación humana: participar. En este sentido, participar significa vivir y relacionarse de un modo diferente. Pero sobre todo implica la recuperación de la libertad interior propia, es decir, aprender a escuchar y compartir, libre de cualquier miedo o conclusión, creencia o juicio predefinidos.”[14]
Fuentes
Alexander, Christopher, (1980), Un lenguaje de patrones, Barcelona, Gustavo Gili.
Boff, Leonardo, (2002), El cuidado esencial, Ética de lo humano, compasión por la Tierra, Madrid, Trotta.
Heidegger Martin, (1994), “Construir, habitar, pensar”, en Conferencias y artículos, Barcelona, Ediciones del Serbal.
Heidegger, Martin, (1994), “La cosa” en Conferencias y artículos, Barcelona, Ediciones del Serbal.
Heidegger, Martin, (1994), “La pregunta por la técnica”, en Conferencias y artículos, Barcelona, Ediciones del Serbal.
Hernández Alpízar, Javier (2024), Fenomenología del habitar. Manual para un curso dirigido a estudiosos y productores de hábitat, arquitectura y ciudad. (Inédito)
Hernández Alpízar, Javier (2024), “Por qué una fenomenología del habitar”, en el blog: Arquitectura Diseño Complejidad y Participación Fenomenología del habitar, transdisciplina y arquitectura participativa https://arquitecturaparticipativablog.wordpress.com/2024/07/07/por-que-una-fenomenologia-del-habitar/ Consultado el 8 de octubre de 2024.
Jacobs, Jane, (2011), Muerte y vida de las grandes ciudades, Madrid, Capitán Swing Libros.
Kosík, Karel, (2012), “El triunfo del método sobre la arquitectónica”, en Reflexiones antediluvianas, México, Ítaca.
Kosík, Karel, (2012), “La ciudad y la arquitectónica del mundo”, en Reflexiones antediluvianas, México, Ítaca
Lapoujade, María Noel, (2022), “Instantáneas sobre el asombroso concepto de habitar”, Theoría, Revista del Colegio de Filosofía, Núm. 41, Diciembre 2021- Mayo 2022, México, UNAM.
Robert, Jean, (1999), “Fenomenología del habitar: el derecho a orientarse en las huellas propias y sus dimensiones culturales” en La libertad de habitar, México, Habitat International Coalition.
Robert, Jean, (2010), La crisis: el despojo impune, Cómo evitar que el remedio sea peor que el mal, México, Jus.
Salceda Salinas, José Utgar, (2016), Arquitectura participativa, Una propuesta etnológica y fenomenológica para la construcción de una multi ciencia de la materialidad del hábitat humano, tesis de doctorado, FA, UNAM, México.
Salceda Salinas, José Utgar, (2024), “Arquitectura participativa y PSH-A. Diagnóstico y propuestas para la crisis disciplinar arquitectónica”. (Inédito)
Saravia Madrigal, Manuel, (2004), “El significado de habitar”, en Ciudades para un futuro sostenible, Valladolid, 2004. Disponible en http://polired.upm.es/index.php/boletincfs/article/view/2573/2638 Consultado el 23 de enero de 2023.
[1] María Noel Lapoujade, “Instantáneas sobre el asombroso concepto de habitar”, Theoría, Revista del Colegio de Filosofía, Núm. 41, Diciembre 2021- Mayo 2022, UNAM, México, p. 231.
[2] Heidegger, Martin, (1994), “La pregunta por la técnica”, en Conferencias y artículos, Barcelona, Ediciones del Serbal.
[3] Salceda Salinas, José Utgar, (2016), Arquitectura participativa, Una propuesta etnológica y fenomenológica para la construcción de una multi ciencia de la materialidad del hábitat humano, tesis de doctorado, FA, UNAM, México.
[4] Heidegger, Martin, (1994), “La cosa” en Conferencias y artículos, Barcelona, Ediciones del Serbal.
[5] Boff, Leonardo, (2002), El cuidado esencial, Ética de lo humano, compasión por la Tierra, Madrid, Trotta.
[6] Robert, Jean, (1999), “Fenomenología del habitar: el derecho a orientarse en las huellas propias y sus dimensiones culturales” en La libertad de habitar, México, Habitat International Coalition. Robert, Jean, (2010), La crisis: el despojo impune, Cómo evitar que el remedio sea peor que el mal, México, Jus.
[7] Alexander, Christopher, (1980), U n lenguaje de patrones, Barcelona, Gustavo Gili,
[8] Jacobs, Jane, (2011), Muerte y vida de las grandes ciudades, Madrid, Capitán Swing Libros.
[9] Heidegger Martin, (1994), “Construir, habitar, pensar”, en Conferencias y artículos, Barcelona, Ediciones del Serbal.
[10] Kosík, Karel, (2012), “El triunfo del método sobre la arquitectónica”, en Reflexiones antediluvianas, México, Ítaca. Kosík, Karel, (2012), “La ciudad y la arquitectónica del mundo”, en Reflexiones antediluvianas, México, Ítaca
[11] Robert, Jean, (2010), La crisis: el despojo impune, Cómo evitar que el remedio sea peor que el mal, México, Jus.
[12] Robert, Jean, (1999), La libertad de habitar, México, Habitat International Coalition.
[13] Heidegger, Martin, (1994), “La pregunta por la técnica”, en Conferencias y artículos, Barcelona, Ediciones del Serbal.
[14] Saravia Madrigal, Manuel, El significado de habitar, en Ciudades para un futuro sostenible, Valladolid, 2004. Disponible en http://polired.upm.es/index.php/boletincfs/article/view/2573/2638 Consultado el 23 de enero de 2023.
ONTOEPISTEMOLOGÍA DE LA
ARQUITECTURA PARTICIPATIVA Y PSH-A INSTRUMENTOS PARA PALIAR LA CRISIS DISCIPLINAR ARQUITECTÓNICA.
DR. JOSÉ UTGAR SALCEDA SALINAS
INTRODUCCIÓN
Este escrito desarrolla de manera central dos aspectos: las nociones de crisis y crítica en las disciplinas del hábitat y del campo de lo urbanoarquitectónico; y un conjunto de proposiciones que podríamos denominar onto-epistemológicas y metodológicas respecto a una salida de esa crisis en las disciplinas del hábitat humano. De forma complementaria, revisa los conceptos relativos a la Producción Social del Hábitat Asistida (PSH-A) en la Ciudad de México (CdMx) y en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM), así como la posibilidad de encontrar caminos alternativos a los ensayados por la academia desde hace mucho tiempo, sin obtener otro resultado que el agravamiento de la enunciada crisis. En el texto aparecen también, entre otras cuestiones y productos, aquellos que son el resultado de la suma de esfuerzos de la Línea ADCP (arquitectura, diseño, complejidad y participación) que está constituida por un equipo de profesores, alumnos e investigadores de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, al cual pertenece quien elabora el presente. Es una comunidad con posturas divergentes, críticas, heterogéneas que, sin embargo, de manera consciente ha apostado a la construcción de acuerdos para operar el trabajo en el aula y en los procesos de vinculación con las comunidades populares de la zona del altiplano central del país, en particular de la CdMx y de la ZMVM. Es para darle sentido a todo esto que se ha instituido una línea de investigación denominada ADCP, la Línea ADCP (Arquitectura, diseño, complejidad y participación).
El verdadero “movimiento” de las ciencias se produce por la revisión más o menos radical (aunque no transparente para sí misma) de los conceptos fundamentales. El nivel de una ciencia se determina por su mayor o menor capacidad de experimentar una crisis en sus conceptos fundamentales. En estas crisis inmanentes de las ciencias se tambalea la relación de la investigación positiva con las cosas interrogadas mismas. Las diversas disciplinas muestran hoy por doquier la tendencia a establecer nuevos fundamentos para su investigación. M. Heidegger. (1)
Existe hoy en la arquitectura una crisis en parte provocada, entre muchas otras cuestiones, por el desconocimiento (o la deliberada omisión) del gremio arquitectónico de las demandas sociales, de los entornos microculturales en los que actúa, es decir, de los modos de habitar de los diferentes contingentes y sectores poblacionales. Especialmente cuando se trata de los estratos mayoritarios que generalmente se encuentran en las variadas gradaciones de la pobreza, así como de la clase media de bajos ingresos, quienes poseen condiciones económicas, culturales, jurídicas y formas de habitar específicas, que no son los de las camarillas dominantes. (2)
La crítica de la práctica de la arquitectura como disciplina académica y profesional introduce, entre otros aspectos, uno de carácter ontológico y epistemológico: implica reconocer que el saber de los arquitectos profesionales sobre la realidad socioespacial, sobre el mundo, sobre las culturas de los habitantes es una empresa cognitiva deficiente y mayoritariamente fracasada. Agrava la situación su pretensión de poseer el monopolio del conocimiento arquitectónico que incluye, o debería incluir, el habitar, su diversidad, su complejidad, su heterogeneidad.
(1) (2023) https://centropieper.blogspot.com/2010/05/ser-y-tiempo-introduccion-martin.html
Ante esa crisis, ha surgido una postura teórica, didáctica y práctica que se ha denominado Producción Social del Hábitat Asistida (PSH-A), (3) (4) y (5) la cual propone vincular a los estudiantes, profesionales e investigadores con la PSH-A mediante la participación del conjunto de actores involucrados en la construcción de las demandas socioespaciales y en el total del proceso de producción de lo urbanoarquitectónico.
I. LA LÍNEA ADCP
ANTECEDENTES DEL ADCP
En los años setenta del siglo pasado se funda en la Facultad de Arquitectura una corriente académico-política denominada Autogobierno. Perseguía una diversidad de objetivos. Algunos sumamente pragmáticos, otros más bien colmados de buenas intenciones... del realismo a la utopía. Sin embargo, la Facultad de Arquitectura jamás ha tenido una propuesta didáctico-pedagógica más avanzada. Nunca antes (y nunca después) un plan de estudios, una epistemología o una pedagogía del hecho urbano-arquitectónico fue más completa y coherente. (6) y (7) Emanadas de aquel fenómeno universitario surgen las propuestas del Taller Max Cetto, en la licenciatura de arquitectura, y del Campo de ACT, en la maestría de arquitectura y urbanismo. Componente fundamental de estos dos ámbitos académicos, en sus inicios el ADCP se denominaba Vivienda y diseño participativo. Con sus aportaciones y trabajo contribuyó a generar importantes referencias conceptuales como la “producción social del hábitat-asistida” (PSH-A), “la planeación y el diseño participativos”.
Con la incorporación de nuevas herramientas del conocimiento se hizo necesario ampliar la visión original de la línea: Se puede considerar al ADCP, en principio, como una alternativa de aproximación a la forma de entender las diversas actividades propias de lo urbano-arquitectónico y a la forma de concebir, planear la construcción de los entornos urbano-arquitectónicos. Es por sus mismos planteamientos teóricos, que exige la necesidad de construir una visión epistemológica nueva respecto al estudio de los fenómenos y hechos urbano-arquitectónicos… girando entorno del lenguaje escrito y de la construcción colectiva del conocimiento. Por tanto, el ADCP, plantea a la vez, escenarios diferentes de formación y profesionalización del arquitecto o urbanista, pero también proporciona nuevas herramientas con un gran potencial… que para la visión más tradicional, quedaban vedados o inexistentes. Esta concepción epistemológica de la arquitectura busca superar las visiones de las disciplinas como entidades autónomas o cerradas dentro de sí mismas y de sus objetos de estudio y se apoya en el desarrollo teórico de la complejidad y de su principal herramienta, la transdisciplina, que busca superar (mas no desechar) a otros instrumentos académicos como la
(3) (4) y (5) Como referencias generales estoy tomando, entre otros documentos, el producido por Lefevre que introduce el concepto de producción social del espacio, la tesis doctoral de Rolando Espinosa y otro de un autor colombiano que lleva el concepto de la producción social del espacio al campo de la sociología urbana en el caso de las ciudades latinoamericanas:
LEFEVRE, Henri (2013), La producción del espacio, (introducción y capítulo) Capitán Swing.
https://papers.uab.cat/article/view/v3-lefebvre/pdf-es
file:///C:/Users/Jose%20Utgar%20Salceda/Desktop/La_produccion_del_espacio_de_Henri_Lefeb.pdf
chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://www.redalyc.org/pdf/4138/413838649010.pdf
ESPINOSA, Rolando, (2023) La teoría de la producción del espacio de Henri Lefebvre. Un proyecto de espaciología crítica. UNAM, México.
MARTÍNEZ TORO, PM, (2015). La producción del espacio en la ciudad latinoamericana. El modelo del impacto del capitalismo global en la metropolización. Hallazgos, 12 (23), 211-229.
(6) AUTOGOBIERNO FA (1976) Plan de Estudios, Escuela Nacional de Arquitectura-Autogobierno, México, UNAM.
(7) 2023. chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://fa.unam.mx/editorial/wordpress/wp-content/Files/raices/RD04/CONTENIDOS/PASAJESDELAUTOGOBIERNO.pdf
multidisciplina y la interdisciplina. El ADCP opera como una forma de aproximación al problema y no a partir de recursos metodológicos y entre sus mayores aportaciones se encuentra la de cuestionar cual es realmente el objeto de estudio de la arquitectura: sí el desarrollo de la construcción física de los objetos urbano-arquitectónicos, o por otro lado, las relaciones que en y con los objetos desarrollan los sujetos, con sus diferentes componentes, económicos, sociológicos, antropológicos, ecológicos, etcétera; que a su vez forman parte de un todo mayor: el hábitat humano.
El ADCP se dividiría en 4 “sublíneas” todas ellas interdependientes entre sí: 1.- Complejidad y la transdisciplina. 2.- Participación y democracia. 3.- Sustentabilidad y la restauración ecológica. 4.- Multiciencia del Hábitat humano. Así, llegamos al contexto de actuación del ADCP frente a los principales exponentes y expertos en los entornos relativos a la PSH-A tanto de nuestro país, México como de casi toda América Latina: El ADCP comparte con estos colectivos su visión general pero tiene significativas diferencias e incluso divergencias. Para el común de esos equipos cercanos a los ámbitos de la PSH-A casi siempre es más relevante la acción política y organizacional que la atención a los procesos y subprocesos de la materialización del hábitat, la vivienda y el barrio. Para el ADCP es tan determinante una esfera como la otra: la acción organizacional y política requiere resultados materiales coherentes, pero sobre todo apropiados y apropiables. La materialización no solo es la edificación de objetos inertes.
Es la concreción de la lucha política y social de un grupo humano o, mejor dicho, de los grupos humanos de la economía popular en consonancia con sus valores, tradiciones, aspiraciones y metas. Para lograr esas cualidades de lo materializado no basta tener la buena disposición o la solidaridad urbanoarquitectónica: es importante por un lado conocer las capacidades, los recursos intelectuales, humanos y materiales disponibles para habilitar integralmente la participación en TODAS LAS FASES DEL PROCESO DE PSH-A. Por otro, se requiere un manejo transdisciplinario y desprofesionalizante (al estilo de Iván Illich) (8) de esas capacidades de manera tal que se puedan recurrir pero también conservar, criticar, transformar ese cúmulo de saberes, conocimientos, habilidades, actitudes respecto a la PSH-A tanto en los entornos universitarios y profesionales como en aquellos comunitarios donde la letra escrita no necesariamente es la norma. Uno de los elementos relevantes de las concepciones y actuaciones característicos del entorno de trabajo ADCP es la postura crítica. Es en ese posicionamiento crítico que se ha deconstruido la idea de que la arquitectura es un disciplina inmutable, plena de vida, de relevancia, de vigencia, radiante de saberes y certidumbres cognitivas. En contrapartida, en el ADCP se han recabado evidencias y testimonios de una crisis arquitectónica cada vez más aguda. De una crisis que, de manera aparentemente inexorable, empuja a la disciplina arquitectónica no solo a una perspectiva monodisciplinar sino a su irrelevancia, a una deriva cancelatoria hasta su lenta pero segura desaparición.
CRISIS Y CRÍTICA
La crítica tiene dos aspectos, dos vertientes. Es decir, crítica es duda sistemática pero también la posibilidad de construcción y re-construcción de conocimientos: sirve para identificar la aparición de uno o varios momentos y aspectos de una crisis, esos instantes de falla en el devenir general pero también en el campo del conocimiento humano. En una de esas vertientes se convierte en disciplina metodológica, parte desde la teoría y se inserta en ella. Y la otra, donde se convierte en el saber de la duda persistente, herramienta útil para el conocimiento, para las ciencias; epistemología de la depuración, solvente universal.
(8) ILLICH, Iván, (1974) La sociedad desescolarizada, Barral, Barcelona, Pp. 8, 33.
Estamos así, en condiciones de intentar un significado más adecuado de crítica derivando desde la noción de duda en la factibilidad del ensayo (el recurso metodológico) como un sistema ininterrumpido, abierto y en su relación con una de las varias acepciones de conocimiento científico. Podemos decir con Descartes “Así hemos arribado a la ciencia partiendo de la duda.” Popper introduce, posteriormente en el siglo XX, el tema del falsacionismo relacionándolo con la idea de objetividad momentánea… provisional y no absoluta. Sin embargo, existen niveles de certidumbre y certeza, grados de objetividad, (9) niveles de perdurabilidad de las proposiciones o cortes propuestos en el análisis de lo real. Las teorías y la crítica no solo son un libre y lúdico juego de onanistas profesionales de la duda, son las (micro) certezas que rigen nuestros compromisos temporales y por los que morimos y matamos, racional e irracionalmente, con mayor o menor sentido de justicia y equidad. Por las que morimos y matamos en los lapsos prolongados de toda una vida humana o en circunstancias de una abrupta desgracia momentánea, breve, fugaz. En fin, una genealogía de la crítica abarcaría desde el racionalismo enciclopedista francés del siglo XVIII, con Diderot y Montaigne hasta el posmodernismo cuasi-delirante con ensayistas como Derrida o Deleuze. En arquitectura el ensayo es practicado, como un medio crítico, por muy pocos autores: Alberto Saldarriaga, Christopher Alexander, Nicolás Habraken, Gordon Cullen o Emmanuel Rocha.
No existe teoría sin crítica ni crítica sin teoría. La crítica necesita afiliarse a una teoría o teorías y es, a su vez, la verificación práctica de las teorías. Para que exista la crítica es necesario cuando menos, diversidad de opiniones, cuando no opiniones contrapuestas que pongan en crisis mundos unitarios y deterministas (como el de la tradición clásica o en la Facultad de arquitectura en la UNAM que es la menos peor calificada de todas las escuelas de arquitectura en Iberoamérica). La crítica parte de la duda, es un constante esfuerzo de prueba, error y cambios. Como en la etnología y la etnografía: las interpretaciones y teorías están abiertas y sometidas a verificación, pero los datos y los hechos concretos solo son de una manera. En lo descriptivo el trabajo de la crítica debe ser riguroso, objetivamente planteado y elaborado a través de un medio, el recurso del ensayo.
EL ENSAYO COMO TÉCNICA DE LA CRÍTICA.
El ensayo entendido como indagación libre, abierta, provisional, tentativa, revocable y no rígidamente sistemático es la más genuina herramienta de la crítica en la esfera arquitectónica y en general en el de las ciencias humanas y sociales. Sin un camino predeterminado, generador de ideas, hijo de la duda no pretende agotar un tema sino abrir senderos del pensamiento y generar el diálogo. El ensayo es la figura literaria paradigmática (junto a la novela) de nuestra era decadente y escéptica, pero también es el vehículo mejor configurado para la crítica. Ha tenido grandes exponentes, Montaigne, el escritor francés, es considerado padre del ensayo. Octavio Paz, el poeta español que nació en San Ángel, Ciudad de México, aquel cuestionado premio nobel de literatura fue, según la opinión de algunos, un gran ensayista. El ensayo es una forma literaria en la que predomina la subjetividad, la temporalidad, lo cambiante, la duda; usa recursos como la contradicción, la paradoja. Por su parte, Ortega y Gasset, filósofo español, cuando “ensayaba” no ofrecía respuestas pero planteaba muchas interrogantes, muchas preguntas. (9Bis)
(9) a) (2023) chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://biblioteca.colson.edu.mx/e-
docs/RED/Metodos_y_tecnicas_cualitativas_de_investigacion_en_ciencias_sociales.pdf
b) (2023) https://ojs.uv.es/index.php/RELIEVE/article/view/7215/6884
c) (2023) https://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1010-29142013000100002
d) (2023) chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/http://ru.iia.unam.mx:8080/bitstream/10684/23/1/449.pdf
(9Bis) CERVERA, Vicente, Et alt (eds.) (2005), El ensayo como género literario, Universidad de Murcia, España.
II. LA ARQUITECTURA ES UNA DISCIPLINA EN CRISIS.
El origen de esa crisis es diverso y se presenta en diferentes aspectos y ámbitos de la disciplina arquitectónica pero también de todas sus derivadas como el urbanismo, la planificación o las múltiples expresiones del diseño. La arquitectura es una disciplina que padece una crisis muy arraigada, en cuyos territorios no se hace evidente el cauce de una salida posible.
1. CRISIS DISCIPLINAR
2. CRISIS ONTOLÓGICA Y POLÍTICA
3. CRISIS PROFESIONAL
II.1. ATRASO DISCIPLINAR. ANTECEDENTE.
El culto casi religioso a las obras maestras de algunos pocos arquitectos reconocidos y publicitados aleja la atención y el interés de estudiantes… hacia espejismos bellamente ilustrados, muchos de los cuales no representan realmente lugares vitales sino permanecen en la categoría de «bellos objetos» extraviados en un mundo de «fealdad y desorden». (10)
El primer aspecto destacable es el atraso cognitivo, académico. La arquitectura lleva más de trescientos años sin modificar significativamente sus planes de estudio, la currícula profesionalizante que surgió desde aquel entonces para atender los caprichos y demandas del rey y la nobleza. Bastaría hojear el texto que Ernesto Alva Martínez publicó en la colección del INBA Cuadernos de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico, sobre la evolución curricular de los planes de estudio en las academias de arquitectura del siglo XVII a 1980. (10B) Además, para extender la confusión, en las postrimerías del siglo XIX el movimiento moderno (MM) impuso, impulsó, propugnó, en contraposición al sentido común (y a eso que Christopher Alexander denomina el modo intemporal de construir como una práctica cultural, como un hecho cultural), una regla homologante, tecnificada, abstrayente, basada en preceptos fijos y preconcebidos, una perspectiva mecanizada y biologicista del comportamiento humano y de sus expresiones en el espacio urbano y arquitectónico. Los postulados modernos homogeneizaron al usuario-habitante, al espacio barrial y urbano desconociendo la multiplicidad cultural y socioespacial. Creando una teoría ficticia que pretende una realidad social homogénea, monolítica y predeterminable. Pese a que el MM surge en contraposición al modelo academicista decimonónico, termina repitiendo sus mismos errores tanto en el acampo de la academia como en la vida laboral y, a la inversa de su pretexto ideológico inicial, termina aplastando a los que quería servir y sirviendo a los que pretendía combatir. Así, la arquitectura se ha convertido en opresora de aquellos a quien debía servir, en instrumento de los poderosos y en la torre de marfil de sus practicantes: “Si los códigos de la arquitectura son autosustentados, predeterminados no hay discusión ni verificación posible.” (11)
ATRASO DISCIPLINAR. SIGLO XXI.
En pleno siglo XXI lo único que la disciplina universitaria de Arquitectura la ha logrado cambiar es la incorporación de técnicas de representación contemporáneas muy avanzadas y la desaparición de las materias del campo de la Estereotomía. Además, ha decidido centrar su devenir escolar en la enseñanza del diseño y/o el proyecto, en demérito de otros aspectos y campos del conocimiento arquitectónico como la edificación, la teorización, la divulgación, la planificación, la docencia o la
(10) SALDARRIAGA, Alberto. (1988), Arquitectura para todos los días. Universidad Nacional, Colombia. Pp. 89. El entrecomillado es mío, es claro que Saldarriaga está ironizando y, así, descalificando el culto cuasi religioso que el gremio rinde a las obras “maestras” de la arquitectura.
(10B) ALVA, Ernesto. (1983), La Práctica de la Arquitectura y su enseñanza en México. INBA, México.
(11) SALDARRIAGA, Alberto. (1988), Arquitectura para todos los días. Universidad Nacional, Colombia. Pp. 89.
investigación. Este empobrecimiento del campo disciplinar que hipertrofia el ejercicio proyectual y elimina de manera casi definitiva los otros campos de incidencia y del actuar arquitectónico ha repercutido de cuatro maneras para agravar las condiciones que se manifiestan en esa crisis anunciada pero que la agudizan y agravan:
-
Una mayor instrumentalización y tecnocratización de las prácticas arquitectónicas.
-
Un desconocimiento e incluso una negación sistemática de las realidades urbanoarquitectónicas de sus propios entornos de actuación.
-
Una marcada disminución de sus ámbitos de profesionalización e incidencia y por lo tanto,
-
Una evidente pérdida de repercutibilidad social, laboral y política.
Esta perspectiva atrofiante, elitista y servil se ha mantenido en la disposición disciplinar con honrosas excepciones: en el México de la posrevolución, allá por los años 20´s y 30´s, los arquitectos marxistas y de corte revolucionario tuvieron una tímida presencia en el entorno político-académico que les permitió enunciar sus postulados y prácticas, con resultados polémicos y más bien de escasa repercutibilidad, entre ellos la presencia al final de los años 30´s del arquitecto y urbanista suizo, Hannes Meyer. La otra fue en los años 60 y 70 del siglo XX, sobre todo en las grandes urbes del país en donde los movimientos estudiantiles que englobaban múltiples expresiones de las tendencias anarco-marxistas y revolucionarias organizaron movimientos de autogestión educativa y popular, siguiendo las enseñanzas descolonizadoras de, entre otros, Fanón, Cabral y Freire.
LA CRISIS DE LA PRÁCTICA ARQUITECTÓNICA ACTUAL
Se ha mencionado que la arquitectura en el mundo occidental y en México se ha ejercido con una visión reduccionista… la arquitectura se ha concebido y se ha enseñado con una visión reduccionista (monotemática, endogámica, aislada, monodisciplinar…) Cada vez más reduccionista. No nos ha bastado la crisis disciplinar (académica y profesional) queremos (el gremio arquitectónico) ahondarla mutilándola, atrofiándola más.
En algunas muy contadas ocasiones se ha escrito y hablado de la necesidad de resignificar los contenidos, estrategias y, por ende, la manera de repercutir en el entorno laboral más allá de los límites del diseño, de la prefiguración de los objetos para insertar, para aperturar (apertura.- es la acción de abrir o abrirse algo: por ejemplo, «Se ha ordenado la apertura de una investigación para esclarecer los hechos») (12) desde la fase formacional a los arquitectos en otros mercados de trabajo, que poco a poco fueron abandonados por el gremio o simplemente que nunca las ha considerado: la gestión, la producción, la planeación, la planificación, la actividad empresarial (social pero también mercantil), la profesionalización de la docencia, la investigación y la divulgación, los diversos entornos de la edificación y materialización, las actividades especializadas: la valuación, la administración, la supervisión, auditoría, promoción inmobiliaria, asesorías técnicas especializadas, gestoría, promoción y tramitología, la gestión de leyes, el servicio público, el activismo urbano ambiental.
El argumento principal es el hecho de que en este país muy pocos arquitectos viven de diseñar. Por una parte, esto nos enseña que la caracterización disciplinar no necesariamente pasaría solo por el diseño.
(12) (2023) https://temas.sld.cu/traducciones/2017/05/02/el-significado-de-la-palabra-aperturar/
En otro sentido, nos indica la necesidad de extender tanto la difusión y la penetración en un más amplio espectro social del diseño pero también de las otras aptitudes, cualidades y capacidades del arquitecto como se han venido tradicionalmente ideando y ejerciendo pero también hacia donde nuevas concepciones de la práctica las podrían hacer derivar. De igual manera, las escuelas de arquitectura han centrado las estrategias de enseñanza-aprendizaje, sus contenidos y los ejercicios prácticos, en el escenario de lo mercantil. Dos cuestiones son preocupantes al respecto:
1ª) Que se ha presentado como única, normal y neutra una manera de hacer las cosas que es solamente otra de las maneras de producir. Que no es la norma, es más bien la excepción y no es teórica ni ideológicamente neutra: la mercantil.
2ª) Al exhibir como norma, neutra y única lo que es solamente una alternativa, la alternativa mercantil, la menos común a nivel mundial y en el tercer mundo por cierto, no solo se les despliega a los estudiantes y futuros profesionistas una realidad falseada, sino que se cancelan las otras alternativas, empobreciendo el horizonte de referencias y cancelando la diversidad como la óptima y real manera de comprender y ejercer las cosas, los resultados y trabajos propios de la arquitectura. Cancelando la posibilidad de comprender las heteroarquitecturas…
LA ARQUITECTURA EN LA UNAM Y LA PRÁCTICA PROFESIONAL
La enseñanza de la arquitectura en la UNAM se caracteriza por estar centrada en un hacer empirista, pragmático, en buena medida inconsciente, predominantemente irreflexivo del ejercicio proyectual; el cual, a su vez, está orientado en su parte medular a la cuestión del diseño, en una práctica y concepción predominantemente formalista de los objetos. Sobre esto se plantea la mayor carga horaria y de trabajo, el núcleo de la currícula aplicada en el discurrir educativo. Dicho de otra manera, la enseñanza de la arquitectura en la UNAM, se da predominantemente a partir de la construcción modélica de objetos, generalmente virtuales, desde una perspectiva formal-plástica (o si acaso tecnológica) estereotipante; donde las detonantes y determinantes de producción y las bases conceptuales están reducidas a su mínima posible expresión lingüística y teórica, en lo que resulta no de una economía de palabras y de medios de expresión sino de una pobreza cognitiva y, al final, en la casi total ausencia de ideas y de pensamiento. El resto de la currícula es casi una mera cuestión complementaria, anexa.
En realidad, muy pocas cosas de los contenidos curriculares le permiten al egresado algo de aplicabilidad profesional. Este ejercicio profesional se da mayoritariamente al margen de lo aprendido en la formación académica. Unos cuantos alumnos consiguen vivir de lo impartido en el transcurso de la carrera. Es el conocimiento adquirido en los primeros, en los duros momentos iniciales del ejercicio profesional, lo que les permite retribuirse de ingresos y construir una trayectoria como profesionales de lo urbano-arquitectónico o engrosar las filas del desempleo, el subempleo o laborar en las instituciones educativas como la FA-UNAM, con lo cual mayoritariamente se está en otra forma del subempleo.
En reiteradas ocasiones se ha señalado que las universidades no pueden cambiar el mercado profesional vigente. Pero pueden incidir en él y determinar poco a poco su configuración posterior. Los centros educativos pueden ser decisivos en la actividad profesional futura de las carreras que imparten; más aún si se trata de entidades como la Universidad Nacional Autónoma de México. De hecho, esa es una parte central de su cometido originario: así fue proyectada, para eso fue diseñada… no solo por la movilidad social que debería generar; también por las factibilidades de una mayor equidad y redistribución de los medios para acceder a mejores condiciones de vida para sectores cada vez más amplios de la sociedad. La inoperancia de los contenidos curriculares impartidos en las escuelas y facultades de arquitectura de la UNAM, debería obligar a cambios determinantes, categóricos.
Existe una enorme porción de la sociedad nacional e importantes sectores de los conglomerados urbanos que no son atendidos por los profesionistas arquitectos que se forman en las instituciones públicas como la UNAM (ni mencionar a las escuelas privadas). La preparación que reciben en la actualidad no lo permite y en esas instituciones educativas no existe siquiera la intención de hacerlo. En el discurrir cotidiano de la masa pobre de ciudadanos que habitan los centros urbanos del país no se ha requerido de la presencia de arquitectos para proveerse del equivalente a casi el 70% del espacio físico adaptado para el asentamiento poblacional en una urbe. México es una nación de más de noventa millones de pobres que solo muy eventualmente son atendidos por profesionales de lo urbanoarquitectónico. Un país tan inequitativo que, sin embargo, cuenta con cincuenta millones de derechohabientes en alguno de los modelos de la seguridad social para la atención médica.
EL PROBLEMA DEL DISEÑO EN LO URBANOARQUITECTÓNICO
…podemos distinguir entre los arquitectos monaguillos y los iconoclastas. Los primeros, convirtiendo la práctica arquitectónica en una simple apología, en un conjunto de vindicaciones icónicas para los poderosos y los gobernantes de su época y los otros, luchando por abrir los ojos de sus contemporáneos y descubrir que muchas de sus certezas (y hechos) arquitectónicos no son sino mitos creados para favorecer a un grupo determinado y que las reliquias arquitectónicas veneradas son sólo piedras muertas o símbolos falsos e impuestos… Transposición de una cita sobre la “Historia” de Jacques Le Goff al ámbito de lo arquitectónico. (13)
Pretender que la concepción y la acción comunicativas de lo arquitectónico (y del diseño) están del todo determinadas, no solo parte de una visión disciplinar monotemática, aislada y endogámica. También encuentra su origen en el desconocimiento de nuevas maneras de concebir y generar el conocimiento (una nueva epistemología) pero también en el hecho de entender y realizar las prácticas arquitectónicas y proyectuales como se enuncia a continuación:
-
Como el aprendizaje y el desempeño laboral completamente centrado en el mero recurso metodológico, procedimental: las instrucciones y pasos mecánicos necesarios para realizar una edificación, un entorno urbanoarquitectónico.
-
Como un ejercicio profesional con un horizonte de actividades y posibilidades cada vez más limitado y que excluye de sus productos y ofertas laborales a un enorme sector de la población, en el caso de México al sector mayoritario del país, a más de 90 millones de pobres (cuyas demandas de espacialidad, por cierto, no se limitan al objeto vivienda…) Que se manifiesta en un ejercicio profesional inercial, en buena medida irreflexivo e inconsciente, ideológicamente conservador y reaccionario, vinculado de forma subsidiaria a las clases sociales que ejercen el control político y económico.
(13) LE GOFF, Jacques. (1991), Pensar la historia. Paidós. Barcelona. Pp. 26-31
-
Como una evidencia, rasgo y vehículo del colonialismo europeo o estadounidense (las prácticas arquitectónicas, el diseño y la academia como vehículos del colonialismo intelectual, cultural y tecnológico). La representación gráfica, el diseño se presentan en el contexto anteriormente enunciado como apotemas determinantes y determinados, cerrados, verdaderos mitos, mitologías y mejor, como expresiones mitomaniacas, parafilias que representan la producción arquitectónica como algo que ya está del todo determinado: ¿si ya todo está determinado quiere decir que no existen, que no hay nuevas posibilidades de producir, concebir y construir el hábitat humano? ¿en caso de existir, estas nuevas posibilidades no pasan por el ejercicio proyectual y su acción comunicativa ni la transforman? ¿para qué entonces la enseñanza universitaria de la arquitectura? ¿no bastaría con una formación a nivel medio para egresar técnicos en diseño o en construcción?
Aquí proponemos que el gremio arquitectónico no debe aceptar esas determinaciones propias de una visión conservadora e ignorante. Primordialmente para justificar su estatus educacional “universitario” (la inversión social que representa) pero esencialmente porque el hábitat humano es algo mucho más complejo que el complejo proceso de producción de un plano… está ligada, en fin, a una nueva, necesaria, deseable y posible epistemología arquitectónica:
El aspecto más fundamental de la arquitectura y el diseño participativos es que surgen de la base e idea de que la construcción social de la espacialidad habitable, debe plantearse, enfrentarse y manejarse en el complejo mundo de las diversas realidades coexistentes; no abstraerse y limitarse a la simple determinación de la forma. (14) Este enfrentarse, parte de reconocer que no se pueden proponer respuestas validas, apropiadas y apropiables, sin la participación dialéctica (o dialogal) de los actores involucrados en dicha producción y/o construcción social. Sólo y en tanto esta (relación dialéctica) se pueda dar, se podrán ir construyendo (alternativas) y encontrando las formas de hacerlo.”
Cien ventanas normalizadas no constituyen ninguna ventaja industrial: no son más que nostalgia de la era preindustrial… en los Países bajos, hemos diseñado 129 viviendas con los ajustadísimos presupuestos holandeses: hay 250 dimensiones diferentes de ventanas y no ha costado más caro. ¿Por qué rechazar esta posibilidad? No hay más que meter en el ordenador las dimensiones en abscisas y coordenadas. Es fácil y además, la diversidad no resulta cara. A mano era mucho más difícil: había que rehacer 250 veces el mismo dibujo, lo cual llevó rápidamente a que se convirtiera en una arquitectura de fotocopiadora… Ciertos arquitectos retrógrados aún aman la regularidad, las crujías idénticas, las ventanas repetidas, las plantas disciplinadas, etc. Pero, desde el exterior, ¿qué queda de las aspiraciones variadas de las víctimas que habitan dentro? (15)
No solo la arquitectura se ha hecho con una visión reduccionista, también el diseño… Una escuela (y de paso, una actividad profesional) de diseño no es equivalente a una de arquitectura. Esto nos remite a preguntarnos algo que debe ser base primordial de una visión diferente de la práctica tradicional del diseño como una más de las herramientas acríticas que los grupos de poder usan en el control y la mediatización social del hábitat: ¿qué es lo que determina, hace o permite la presencia de un buen diseño? ¿qué nos permite determinar, detectar algo bueno y bonito? barato es más fácil pero bueno y bonito…
(14) LE GOFF, Jacques. (1991), Pensar la historia. Paidós. Barcelona. Pp. 26-31
(15) ROMERO, Gustavo, en una entrevista. Julio de 2009.
Plantea la necesidad de identificar de manera clara y consciente los mecanismos de juicio y valoración social, y el comportamiento, conocimiento y accesibilidad de los diferentes sectores de la sociedad a estos mecanismos y sus cambios y transformaciones pertinentes. Como bien puede estimarse, existe entre el “disgregado” gremio de los arquitectos un verdadero horror al cambio, sobre todo cuando este no está relacionado con las modas importadas de las metrópolis imperiales o con la mercantilización de la profesión. (16)
-
Tradicionalmente el diseño ha sido en esencia un trabajo técnico o plástico y de gabinete, de especialista encerrado en sus propias ideas y concepciones. El arquitecto ha ejercido su actividad de diseñador desde su estatus de supuesto sabio, un tanto aislado de la sociedad, a la que percibe como un ente de laboratorio bajo su lupa de experimentador a veces (las menos) con rasgos geniales o (muchas veces) de torpe tirano de la forma. Dentro del campo general del diseño, el diseño urbano-arquitectónico tiene la función específica de prefigurar la espacialidad habitada y habitable para las diversas sociedades humanas.
-
Como ya se ha mencionado en el punto anterior el diseño ha sido concebido en esencia como un trabajo técnico o artístico y de gabinete, de especialistas en la prefiguración de objetos y cosas que delimitarán el espacio habitable del hombre. Esto ha generado una serie de problemas en la actividad desarrollada por el profesional de la arquitectura y en la enseñanza que ya previously se han reiteradamente enunciado y de los que cabría machaconamente traer a colación los concernientes a la aplicación y manejo de manera poco reflexiva o inconsciente, al uso ineludiblemente sesgado e imbuido ideológicamente de contenidos referidos a una condición de clase, filiación, afiliación o pertenencia que emanan de las tradicionales nociones, maneras y herramientas del diseño arquitectónico.
En contraste, sin pretender la obsesión neurótica, equívoca y castrante de plantearse sus límites disciplinares arquitectónicos: “… al haberse modificado los procesos productivos y, que el carácter de quienes ahora construyen el ambiente físico, no son ya, únicamente, profesionales ligados al saber arquitectónico general sino que pertenecen a otras disciplinas, más o menos afines, y que incluso, en muchos casos condicionan y delimitan las acciones del arquitecto.
El campo de lo arquitectónico, ha perdido sus anteriores límites (¿cuáles?) y se ha comprobado que éste no es más que un aspecto de un proceso de creación (sic) formal (sic) mucho más amplio…” (17) así se abriría a la posibilidad de nuevos horizontes de conceptuación, de eventos y contingencias relativas a la configuración material de hábitat humano sin pretender excluir la tradición disciplinar. Pero más aun, procurando jamás aceptar pasiva y acríticamente las determinantes que para ejercerla han impuesto un inequitativo, arcaico y disfuncional estatus imperante.
-
Apremia darse cuenta de que el modelo atávico, hereditario y ancestral de enseñanza en la arquitectura no es el adecuado para dar respuesta a las muy complejas y variadas demandas socioespaciales de todos los sectores de una población, por un lado, predominantemente pobre pero multifacética y heterogénea y, por otro lado, cada vez más exigente y consciente de sus derechos, de sus requerimientos respecto a las condiciones materiales y simbólicas del hábitat, del barrio, de la ciudad.
(16) VERDAGUER, Carlos. (1998) Entrevista a Lucien Kroll. "Es más importante ser contemporáneo que moderno". Valencia (España), Internet.
(17) DORFLES, Gillo, (1974), Las oscilaciones del gusto, Lumen, Barcelona.
PSH Y DESCOLONIZACIÓN
MTRO. ULISES CASTAÑEDA CARMONA
LENGUAJE DE PATTERNS Y LA IMAGINACIÓN RADICAL
En 1998, en el Congreso Internacional “La arquitectura y las ciudades en el S.XXI” de Valencia, auspiciado por la UNESCO, Lucien Kroll planteó la oposición entre arquitectura por la arquitectura y arquitectura social. La arquitectura por la arquitectura le da forma definitiva al hábitat dentro de leyes inmutables sin importar las variables contextuales que pudieran escapar a dichas pautas; la arquitectura es social cuando reconoce la existencia una cultura popular, una ecología social y una poética del espacio comunitaria, con las cuales puede establecer un vínculo de comprensión que preserve su liturgia.
El término “social” suele usarse en dos acepciones; por un lado, como expresión vinculada a la justicia, la equidad y la inclusión de las mayorías no privilegiadas en los asuntos de interés general; cuando decimos que tal cosa tiene un “enfoque social” o “preocupaciones sociales”, nos remitimos a la solución de problemas ligados a la pobreza, la falta de recursos y la distribución equitativa de los mismos, así a como la elaboración de estrategias para conseguir dichas soluciones.
La segunda acepción es más amplia; en teoría social se refiere a la totalidad de las dinámicas y estructuras humanas; desde esa perspectiva, toda producción humana, sea una investigación científica o un juguete, tiene orígenes sociales, es necesariamente social. Lucien Kroll utiliza más el concepto “social” en la primera tendencia, lo cual puede evidenciarse en las luchas urbanas en las que se involucró en Bruselas, ganándose el calificativo de “populista” en diversos sectores.
Es, pues, importante resaltar la gran relevancia del término “social” en su primera acepción, pues tiene adherentes éticos, críticos y emancipatorios, en el sentido de que semánticamente hace énfasis en el carácter colectivo y colaborativo de los productos de la especie humana, aspecto que continuamente es relegado por las orientaciones ideológicas centradas en el individuo. De igual forma, hay que ser cuidadosos con la definición ampliada, ya que se puede usar como excusa para despojar de su carga subversiva a la palabra “social”, cuando en realidad, si se usa de manera seria y rigurosa, la fortalece.
Todo develamiento, todo reconocimiento y recuperación de los orígenes y las determinaciones sociales de cualquier producto cultural, sea o no materializado, implica el cuestionamiento de las relaciones jerárquicas establecidas. Los procesos y fenómenos detrás de esta aseveración son entendibles según ciertas teorías psicosociales que ayudan a explicar, ampliar y fundamentar teóricamente la práctica y el conocimiento de la AP y la PSH-A
De acuerdo con algunas reflexiones, la realidad suele dividirse en social y biológico-material. La social es aquella realidad creada por el hombre y sus relaciones colectivas, en algunos casos conocida como cultura, y estudiada por las llamadas ciencias sociales; la realidad biológico-material corresponde al universo de fenómenos estudiados por las ciencias naturales, y es de índole objetiva en cuanto que su comportamiento obedece a leyes que el hombre descubre y formula, mismas que se realizan independientemente de la subjetividad humana, es decir, de la suma de experiencias e interpretaciones propias nuestra especie.
La nomenclatura con la que Karl Popper explica la realidad aclara esta distinción; según él, hay un mundo primero, que es el de los objetos materiales; el mundo segundo es la subjetividad privada de cada individuo, y el mundo tercero se compone de los productos colectivos del hombre, es decir, la cultura y la civilización. Popper precisa la existencia ontológica del mundo primero, perfectamente discernible y objeto del conocimiento humano; en este sentido coincide con la epistemología tradicional y su noción de una realidad objetiva que podemos conocer y reflejar con fidelidad.
El constructivismo es una corriente de pensamiento que hunde sus raíces en los presocráticos; en la actualidad abarca todos los campos de las ciencias sociales y constituye un cuestionamiento radical de esta visión tradicional. En el siglo XVIII Kant había aseverado que la naturaleza, considerada materialmente, es la concepción colectiva de todos los objetos de la experiencia. El físico Werner Heisenberg también descubrió que la realidad objetiva no puede ser captada, pues, de acuerdo con el Principio de Incertidumbre, el solo observarla ya implica una intervención que altera la condición de objetividad.
Ya en las postrimerías del siglo pasado, múltiples cerebros de las ciencias sociales y las humanidades, inspirados en gran parte por los trabajos de Jean Piaget, dan forma al constructivismo como un conjunto de teorías psicológicas, filosóficas, sociales y cognitivas que parten de una posición básica según la cual -si la expresamos en términos de Popper- el mundo primero no existe para el hombre, porque forma parte de los otros dos, y estos, a su vez, están en constante interacción generándose mutuamente.
Paul Watzlawick, filósofo, psicólogo y uno de los exponentes contemporáneos más importantes del constructivismo, lo define como
el punto de vista según el cual toda la realidad es una construcción de quienes creen que descubren e investigan la realidad... la realidad supuestamente hallada es una realidad inventada y su inventor... cree que esa realidad es algo independiente de él... especialistas en diferentes dominios explican como son inventadas realidades científicas, sociales e individuales ... (Watzlawick. 1981).
Así, la realidad total, conjunto de las esferas cultural y biológico-material (el espacio y el tiempo incluidos), es una construcción social, debido a que los datos del exterior, apenas pasan por la experiencia, ya no conservan el estado objetivo que tenían antes de ser percibidos[1].
La ciencia y la técnica, supuestamente fundadas en el conocimiento objetivo y la transformación de la naturaleza, serían también, siguiendo a Heidegger, la última versión de la metafísica, es decir, un intento de interpretación del mundo. El carácter intersubjetivo, cultural de esta construcción, es manifestado por otro constructivista, Heinz von Foerster:
...la relación entre el TU y el YO... se llama identidad: Realidad=comunidad... De esta manera construimos a partir de un actuar, actuando conjuntamente, nuestra realidad. (von Foerster.1981).
Ahora bien, ¿Cómo se construye esta realidad que se ha dado por llamar bio-psico-social, y que a su vez nos construye a nosotros? ¿Cómo el entendimiento psicosocial de estos procesos nos lleva proponer un cambio en las formas establecidas de hacer arquitectura, ampliando así la fundamentación de la teoría y práctica del DP?
La AP y la PSH-A no son entidades teórico-prácticas perfectamente integradas con un discurso unitario. Bajo esta denominación se hallan diversos enfoques y trabajos de orígenes distintos desarrollados en Europa, Estados Unidos y América Latina, no siempre coordinados pero que tienen en común al menos dos puntos:
-
La revisión crítica de los modos establecidos de producción de asentamientos humanos-
-
La inclusión de los habitantes en el diseño de su hábitat como factor determinante.
Así mismo se pueden esbozar dos orientaciones dentro de los modelos de participación en arquitectura, dos sesgos que les confieren un matiz distinto y dan peso a ciertos caracteres. De un lado se encuentra un sesgo orientado al análisis de los factores e implicaciones político-ideológicas de la AP; sus textos están escritos en un discurso de tipo expositivo-argumentativo cercano al ensayo sociológico o científico-metodológico. Aquí es posible ubicar a Weber y Pyatok, así como a Henry Sannoff y N.J. Habraken.
Por otra parte es identificable una vertiente de inclinación emocional-personalista, cuya prosa combina el ensayo con el discurso lírico-narrativo entablando un diálogo con el lector en primera y segunda persona, y reflexionando en ocasiones hasta poética y filosóficamente sin separarse de la discusión acerca del diseño arquitectónico (empero, ambas actitudes hablan desde distintas visiones y teorías de temas comunes, llegando a conclusiones semejantes por vías y formas de expresión distintas; de hecho, en ocasiones es posible encontrar rasgos de una en la otra.). Este segundo estilo de teorizar y practicar la participación en el diseño del hábitat se refiere con frecuencia a cuestiones profundamente existenciales y humanas, debido a lo cual sus fundamentos psicosociales pueden dilucidarse de manera más transparente si se usa la teoría psicosocial adecuada.
Al igual que sus análogos norteamericanos creadores del diseño por la generación de opciones, el arquitecto austro-británico Christopher Alexander emite sus propuestas en los años setenta, las cuales –también al igual que las de Weber y Pyatok- gozan de gran actualidad dadas las condiciones presentes derivadas del capitalismo global.
Para Alexander
ciudades y edificios no podrán llenarse de vida a menos que sean producto de todos los individuos que componen la sociedad... que esos individuos compartan un lenguaje común de patrones con el cual hacer esos edificios y a menos que ese lenguaje común de patrones sea vivo en sí mismo. (Alexander.1977).
Propone para ello “describir una actitud totalmente nueva con respecto a la arquitectura y el urbanismo.” (Ibid.). Estas son las tesis iniciales que condensan casi aforísticamente el sistema teórico-práctico de Alexander a través de tres nociones básicas: vida, patrón y lenguaje.
Generalmente la palabra patrón remite a un esquema repetitivo que se establece como referente para delimitar, interpretar y/o producir hechos o cosas. Si atendemos a la polaridad sincronía-estabilidad/diacronía-cambio, el patrón se inclinaría a ubicarse en lo sincrónico considerando que se identifica con tipificaciones a las cuales se ajusta o no lo real.
Sin embargo, la antropóloga Ruth Benedict ya usaba el término en un sentido más amplio para subrayar la “consistencia de las culturas”, es decir, la existencia de pautas de comportamiento que definen la “personalidad” de un grupo étnico, sus configuraciones. Alexander también concede al término una signatura más compleja que no es sencilla en primera instancia.
Para llegar su concepción de los patrones parte de algo que llama la cualidad sin nombre. “Esto” existe de forma “objetiva”, pero ninguna palabra lo puede definir; no obstante, afirma que se trata una liberación de las contradicciones interiores, de la consistencia de algo con sus propias fuerzas internas. Del aumento o disminución de dicha consistencia se deriva, respectivamente, la mayor o menor vitalidad de los entes.
En el plano de la materia y las demás especies, esta concordancia parece no tener demasiadas dificultades, pero en el plano humano las cosas empiezan a complicarse, pues el hombre se encuentra en constante contradicción con su propio ser, y esta tensión la deposita en la configuración de su hábitat arquitectónico y urbano, que a su vez, en una lógica circular, la induce en los moradores. El hecho de que según Alexander este desajuste se da principalmente en el “nivel de la complejidad humana” es importantísimo para entender el sustento psicosocial que su teoría aporta a la AP y la PSH-A, al igual que lo es su reconocimiento de la dialéctica subjetividad-exterior -una de las bases del constructivismo- inscrita en la relación habitante-hábitat. A juzgar por algunas de sus referencias interdisciplinarias, Alexander conoce el psicoanálisis.
Sus soluciones a la necesidad de convivencia en los niños se apoyan en estudios de Ana Freud; al tratar el problema del acceso al agua recurre a C.G. Jung, autor cuya marca también es latente en el lenguaje con el que se refiere a la cualidad sin nombre: inmemorial, eterna, transcultural; también hay rasgos junguianos en su búsqueda de formas arquetípicas de hacer arquitectura viva. Pues bien, precisamente el psicoanálisis puede ofrecer las primeras pistas para clarificar la propuesta urbano-arquitectónica del pattern language.
Como se señaló anteriormente, de acuerdo con Alexander los humanos, en grado superlativo respecto al resto de los entes, permanecen en una constante negación de su naturaleza interna, en desajuste con sus fuerzas internas. El psicoanálisis da cuenta de esta contradicción exponiéndola en términos de conflicto psíquico: la energía libidinal inconsciente o ello es reprimida por el super-yo (también inconsciente), provocando la angustia del yo consciente que se manifiesta en la personalidad. Hay un desacuerdo esencial entre los deseos del sujeto y aquello que la cultura, a través del yo, exige de él; el objeto de la terapia psicoanalítica es hacer consciente tanto el conflicto psíquico como sus causas para liberar a la persona de la represión inconsciente y que pueda alcanzar una relativa paz; o sea, el conflicto se resuelve así sea parcial y provisionalmente.
A la sensación alienada de desasosiego existencial que subyace en la civilización occidental, causada por el conflicto psíquico, Freud la llamó el malestar en la cultura, que Alexander manifiesta al hablar de la metrópoli: “la gente ya no genera la fuerza para recurrir a sí misma; depende cada vez más de la aprobación de los demás... en un mundo así, es muy difícil que alguien pueda reafirmar su fuerza interior.” (Ibid.)
La fuerza interna que Alexander refiere en sus textos es constantemente coptada por las exigencias de la sociedad.
… estar vivo no consiste en reprimir algunas fuerzas o tendencias a expensas de otras... el hombre... está en paz pues no hay perturbaciones creadas por fuerzas subterráneas que no tienen salida...(Alexander. 1979),
es decir, la angustia provocada por las pulsiones inconscientes reprimidas “subterráneas” –origen de la neurosis-, se supera en aras de una conciliación entre deseo y consciencia, lo que en psicoanálisis se conoce como sublimación. Alexander perfila así una terapéutica de la configuración del hábitat; sin embargo, esta terapéutica debe dirigirse más allá del psicoanálisis freudiano y aún lacaniano (pues para estos la cura es prácticamente inalcanzable y con ella, la resolución definitiva del conflicto psíquico) hasta sus derivaciones transpersonales, desarrolladas por Abraham Maslow (también citado por Alexander) y por las visitas psicoanalíticas a filosofías orientales como el zen, latentes en las disciplinas que Alexander propone para apropiarse de la cualidad sin nombre, la cual
irrumpe en nuestra vida en el instante en que nos abandonamos... Empero, todos experimentamos el temor a abandonarnos, a dejar que las fuerzas fluyan en libertad... (Ibid).[2]
Según Castoriadis la construcción de la sociedad inicia en la oposición creación/destrucción o, si se quiere, caos/orden. El ser humano ordena el universo creando significaciones imaginarias a través de la imaginación radical. La imaginación radical es la capacidad de generar un flujo de representaciones, deseos y afectos de la nada, del vacío; constituye un poderosa fuerza creadora de lo histórico social; esta fuente de creación no tiene origen definido.
Señala Castoriadis que tal vez haya sido el más importante descubrimiento de Freud -expresado en La interpretación de los sueños- pero que fue acallado por él mismo, para ser aceptado por la ciencia oficial. Ya había sido previamente descubierta y ocultada por Aristóteles reproduciéndose la misma situación con Kant, reapareciendo en Heidegger y en Sartre. Es la característica central de la psique: para Castoriadis lo que es, es producido por la imaginación radical, afirmación constructivista a ultranza. La imaginación radical hace surgir representaciones ex-nihilo, de la nada, que no están en lugar de nada, ni son delegadas de nadie. Implica creación, y no solo repetición, o combinaciones sobre una cantidad predeterminada y finita de representaciones.
La psique tiende a interrumpir este flujo de imaginación radical, debido a las demandas de socialización; la reflexión a la que se adviene en un tratamiento psicoanalítico, permite liberarla de un modo lúcido.
La represión del flujo de fuerza creadora de la imaginación radical -equivalente de la energía vital libidinal del psicoanálsis- deviene en una contradicción interna del sujeto. La liberación de dicha contradicción corresponde a la liberación de esta fuerza vital que inventa el mundo histórico social dotando a la naturaleza de sentido. Si la cualidad de Alexander carece de nombre en la totalidad de las cosas y los seres, en el ser humano podría llamarse imaginación radical, despertada por el poder creativo de un lenguaje de patrones, como se explicará más adelante
Para entender como la cualidad sin nombre opera dialécticamente en la interacción entre el medio ambiente físico y sus habitantes, Alexander parte del reconocimiento de que el carácter de los objetos arquitectónicos y urbanos se define en función de
Actividades, acontecimientos, fuerzas, situaciones... episodios que allí ocurren (Ibid).
A la constancia con que ocurren eventos en un lugar, y que termina por caracterizarlo, es a lo que Alexander llama patrón de acontecimiento. Estos patrones pueden ser no humanos, es decir, elementos del mundo físico y biológico que impactan nuestra vida; por otro lado, el autor reconoce patrones propios del “reino humano” (Ibid). Los patrones de acontecimientos humanos varían según la diversidad cultural e incluso individual. Según el cosntructivismo, para el cual toda realidad es social, todos los patrones de acontecimientos serían culturales.
Los hábitos, costumbres, comportamientos, actos y métodos cotidianos, ordinarios y extraordinarios, son producto y a la vez conforman un universo simbólico de significaciones que Alfred Schutz llamaría “actitud natural”, o “mundo de vida” en Peter Berger. Nuestras acciones y prácticas cotidianas tienen intención y significado, son aprendidas y enseñadas según un sistema de ideologías, creencias, valores y representaciones compartidas que, como afirma Alexander, dan sentido al medio ambiente físico.
Los patrones de Alexander son la médula de la cultura, el texto en que podemos leer el “genoma” de una comunidad humana. Si el constructivismo tiene razón, los patrones de acontecimientos no humanos también estarían finalmente incorporados a este universo de significados. El viento, el sol o los animales son eventos que al ser percibidos entran ya en la dimensión simbólica propia de nuestra especie. En términos de Castoriadis, existe un dominio histórico-social resultado de la red se significaciones imaginarias sociales elaboradas por la imaginación radical.
Cosa, es una significación imaginaria, los mismo que herramienta. La lisa y llana “utilidad” de la herramienta es una significación imaginaria... Llamo imaginarias a estas significaciones por que no corresponden a elementos ‘racionales’ o ‘reales’ y no quedan agotadas por referencia a dichos elementos, sino que están dadas por creación, y las llamo sociales porque sólo existen estando instituidas y siendo objeto de participación de un ente colectivo impersonal y anónimo.” (Castoriadis. 1986.).
Las significaciones se condensan y consolidan en instituciones establecidas;
“lo que mantiene a una sociedad unida es evidentemente su institución, el complejo total de sus instituciones particulares, lo que yo llamo la institución de la sociedad como un todo; aquí la palabra institución está empleada en su sentido más amplio y radical pues significa normas, valores, lenguaje, herramientas, procedimientos y métodos de hacer frente a las cosas y de hacer cosas y, desde luego, el individuo mismo, tanto en general como en el tipo y la forma particulares que le da la sociedad considerada (y en sus diferenciaciones: hombre/mujer, por ejemplo).”(Castoriadis citado por Carrizo en magma.net).
Los patrones de acontecimientos son producto de significaciones sociales instituidas y a su vez se convierten en tales en un proceso dialéctico.
El segundo orden de patrones postulado por Alexander el de patrones de espacio. Pero aquí no se refiere al espacio físico en general, sino al espacio arquitectónico donde está anclado el patrón de acontecimiento. Los patrones de espacio son los patrones arquitectónicos en sí. Por tanto, de acuerdo con el constructivismo estos patrones pertenecen también “del reino humano”. En este punto Alexander llega al concepto de patrón total:
El patrón total, espacio y acontecimientos juntos, es un elemento cultural. Es inventado por la cultura... y está meramente anclado en el espacio.
Esta noción presenta ciertas dificultades e inconsistencias que necesitan estudiarse para que el sistema de Alexander conserve solidez. En primer lugar, según el hilo argumentativo que hasta aquí se ha intentado seguir, apoyado en el constructivismo, tanto el patrón de acontecimiento como el de espacio son ya productos culturales de la realidad social. Si existe previamente un patrón de espacio en relación dialéctica no causal (más que circular “de bucle” como se dice actualmente) con un patrón de acontecimiento, es por que ese patrón de espacio ya es entorno del segundo, ya fue generado por una interacción con el habitante; según la lógica de Alexander, un patrón de acontecimiento genera, gobierna, caracteriza a un patrón de espacio, y el conjunto de ambos origina un patrón total que vuelve a estar anclado en el espacio y, necesariamente, tendría que interactuar con el espacio para producir un patrón de espacio...
Quizá el “patrón total” es innecesario en la teoría, y la dialéctica-génesis de los patrones arquitectónicos que le interesan a Alexander sea más explicable si se modifica su esquema patrón de acontecimientos ↔ patrón de espacio = patrón total. Según esta alternativa
[1] Con esto el constructivismo no quiere negar el impacto y la influencia de la naturaleza y el universo material en la vida humana, lo cual resultaría absurdo. Evidentemente nosotros no “inventamos” los terremotos, la energía solar, los cambios climáticos o las plagas en el sentido de crearlos ex-nihilo; sin embargo, no podemos percibirlos sin darles significado, sin codificarlos para entenderlos y afrontarlos ya sea mediante el mito o mediante la ciencia. Al percibirlos, la materia, la energía y la vida de los demás reinos y especies, se convierten en una realidad cifrada que únicamente tiene sentido para nosotros, que no es una propiedad a-priori de estos elementos, sino construida por el ser humano.
[2] Este abandono a las fuerzas también guarda parentesco con la desorganización en “intensidades” del cuerpo sin órganos registrado por Deleuze y Guattari. Los enlaces entre Alexander y estos autores son profundos y merecen un estudio propio. Por lo pronto, baste decir que el concepto de hacceidad usado en Mil Mesetas se víncula con la repetición y la no identidad de los patrones, y que es un fuerte candidato a ser el nombre perdido de la cualidad que no lo tiene.